Miru A'Hotu y Tani Teako A'Hotu,
de la tribu de los miru, habían aprendido de Have Hake cómo hacer los
"moai". Muerto Have Hake se mantuvieron cuidadosos de no revelar el
secreto. De tal modo que se constituyeron en los maestros de la cantera de
Rano-raraku.
El volcán abrió sus entrañas, y
bajo el golpe febril de los escultores, fue entregando "moai" cada
vez más gigantescos que, caminando solos, iban a ubicarse en distintos lugares
de la isla. Muchos "moai" salieron de ahí.
Al compás de los cantos, de ritmos
autóctonos, iban dibujando rostros sobre la roca grisácea, mientras los
maestros Miru A'Hotu y Tani Teako A'Hotu dirigían a los escultores.
Primero la cabeza, luego el cuerpo, el fino tallado de las orejas y de las manos, hasta que por fin el último golpe rompía la unión de la montaña, los moai, con sus órbitas secas, la nuca aplastada, con una mueca desdeñosa en sus finos labios salientes y las manos cruzando la barriga, bajaban del volcán caminando, iban hacia los "ahu".
Primero la cabeza, luego el cuerpo, el fino tallado de las orejas y de las manos, hasta que por fin el último golpe rompía la unión de la montaña, los moai, con sus órbitas secas, la nuca aplastada, con una mueca desdeñosa en sus finos labios salientes y las manos cruzando la barriga, bajaban del volcán caminando, iban hacia los "ahu".
Una tarde, mientras servían a los maestros la comida, uno de los ayudantes preguntó:
-Miru A'Hotu, ¿cómo se forma la
cabeza de las estatuas?
Este sonrió y dijo:
-Es muy fácil; mira la tuya,
entonces sabrás cómo la formamos.
Luego, otro preguntó:
-Tani Teako A'Hotu, ¿cómo se forma
el cuerpo de los "moai"?
Y la respuesta fue la misma.
Ute-uka y Manu-ataki, que habían
formulado las preguntas, regresaron preocupados a sus "hare-paena".
No lograban comprender las respuestas. Como la hora era avanzada y la brisa
soplaba tibia, decidieron darse un baño. Una vez en el agua, se miraron sus cuerpos,
sus sexos y sus cabezas. Vieron que tenían una notable semejanza como los
"moai". A partir de ese momento comprendieron que para hacer buenos
"moai" deberían tomar como modelo sus propias figuras.
Ute-uka y Manu-ataki probaron
esculpir una estatua, pero ella resultó muy fea. Los isleños al verla
estallaron en risas y se burlaron de los escultores principiantes. Volvieron a
esculpir otra, que resultó mejor, pero aún con defectos, hasta que un tercer
"moai", que llamaron Have, fue perfecto, como la obra de sus
maestros.Llenos de alegría, Ute-uka y Manu-ataki ordenaron en voz alta:
"¡Levántate y camina!". Y la estatua se incorporó y se fue caminando
hacia Hotu-iti.Saltaron de regocijo: conocían el gran secreto, y para evitar
competencias no buscaron ayudantes, sino que tomaron a una vieja para que los
atendiera. Era una mujer vieja, fea, pero ignoraban que ella era bruja.
En una ocasión que los escultores
salieron a pescar, y estuvieron todo el día en la faena, no cogieron ni un solo
pez. Al anochecer, Ute-uka, desganado por el caso, lanzó al agua en un último
intento la red. Al recogerla la sintió pesada; llamó a Matu-ataki, y con
asombro vieron que en ella venía la fabulosa tortuga Urarape-nui, muy buscada
porque existía la creencia de que al comerla se adquiría inteligencia
extraordinaria, larga vida y mucha fuerza. Rápidamente la mataron y se la
adjudicaron en partes iguales. De regreso, en la playa, prepararon un sabroso
"umu", que se comieron sin dejar nada.
Al día siguiente, al amanecer,
llegó la mujer que los atendía. Al ver la coraza de la tortuga, ansiosamente
buscó un trozo de carne, sin encontrar nada. Dominada por la cólera, preguntó:
-¿DÓNDE ESTÁ MI PARTE?-No hay
nada para ti, le respondieron Ute-uka y Manu-ataki.
La vieja se llenó de rencor, y
sin decir nada se alejó furiosa a refugiarse en una cueva. Al atardecer,
mientras el viento movía ondulante al pastizal, vio venir, desde las faldas del
volcán Rano-raraku, a algunos "moai". Indignada les salió al
encuentro, y con voz terrible les gritó:
-¡DETÉNGANSE, NO CAMINEN MÁS!
Y los "moai" quedaron
paralizados. Entonces la bruja, volviéndose hacia los "ahu", ordenó:
-¡CAIGANSE DE SUS BASES!
Y los colosos, que permanecían
arrogantes, inmóviles sobre las plataformas, cayeron acompañados de un
estruendo ensordecedor. La vieja, asustada de lo que había pasado, quiso huir,
pero en su intento fue aplastada por un enorme "moai". De los hombres
no se supo nunca más.
Recopilación de: Alejandro Glade
R.
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