domingo, 29 de enero de 2023

EL “ORIFLAMA”, NAVE DE LOS AGONIZANTES (o la nave de los muertos)

Por: Alejandro Glade

Zona de: Valparaíso.

A principios de 1770 salió de Cádiz con 300 tripulantes y pasajeros el velero Oriflama. Pertenecía a la firma naviera Ustáriz. La nave venia hacia América al mando del capitán José Antonio Alzaga y del piloto Manuel de Buenechea. Desde que entró al Pacífico hincharon las velas de la nave vientos que presagiaban terrible tragedia. Una epidemia misteriosa y el hambre diezmaron la tripulación y pasajeros.

Al atardecer del 23 de junio de 1770, el Oriflama fue avistado en las cercanías de Valparaíso por el velero Gallardo. Comandaba este último barco el capitán Juan Esteban Ezpeleta. Esta nave también era de matrícula de Cádiz.

El capitán Ezpeleta era amigo íntimo del capitán Alzaga. Al divisar al Oriflama, ordenó disparar un cañonazo de saludo. Sin embargo, el Oriflama no dio señales de vida y siguió silenciosamente su marcha. Esto provocó natural extrañeza en la tripulación del Gallardo. Su capitán ordenó entonces darle alcance. Vino la noche y con ella una calma que impidió alcanzar al barco silencioso.

El día 24 y a una distancia de dos leguas, el Gallardo arrió un bote. Este se acercó al Oriflama, donde reinaba un silencio impresionante. Cuando los hombres del Gallardo abordaron el extraño navío presenciaron un cuadro macabro. De los 300 tripulantes y pasajeros, sólo quedaban con vida 106. Todos moribundos. Sólo 30 podían sostenerse en pie. Pero debilitados en grado sumo, eran incapaces de articular la menor palabra ni de hacer las más leves maniobras. Esta era la razón del silencio y de que la nave llevara sólo una de las velas izadas y ninguna luz indicadora. El día antes un marinero del Oriflama había tratado de subirse a un palo para encender una luz. La debilidad lo había arrojado al mar, al no poder sujetarse.

Regresó el bote del Gallardo para explicar su asombroso descubrimiento y buscar auxilio. El capitán Ezpeleta ordenó bajar cuatro botes con 40 hombres para ayudar a las víctimas del Oriflama.

Pero en los instantes en que se cumplía esta orden, se desencadenó una tormenta violentísima que separó a ambas naves. Sobrevino la tarde y se puso el sol. Llegó la noche. Y mientras desesperaba el Gallardo por la imposibilidad de socorrer a la tripulación del Oriflama, sucedió lo increíble e impresionante: vieron que izaba con gran rapidez sus velas. Encendía todas sus luces, las de los mástiles, incluso la del tope del palo mayor. Y se alejaba velozmente.

 

Recopilación por: Alejandro Glade R.

sábado, 28 de enero de 2023

El paso de Los Acuña.

Por: Alejandro Glade

Lugar: Zona de Linares.


Los hermanos Acuña, antiguos vecinos de Parral, dueños de un fundo en Unicavén, volvían en cierta ocasión con un arreo de animales comprados en la Argentina; los acompañaba un arriero y un niño, hijo este de uno de ellos.

El arriero, hombre muy experimentado, les previno antes de ascender la cordillera que mejor se quedaran en el plano, porque les sorprendería una fuerte nevada en la cumbre. Sin atender a sus razones continuaron la marcha, pero, a poco de subir la cuesta, la nieve empezó a caer cada vez con más fuerza. El arriero torció riendas, mientras sus patrones, en medio de su desesperación, abandonaron sus animales, los que se defendían como les era posible; y ellos, no pudiéndose defender, seguían haciendo desesperados esfuerzos por seguir la huella que los propios animales les indicaban.

Llegó un momento en que ya no fue posible seguir; la nieve cubría hasta los corvejones de los mulares. La tragedia no se hizo esperar; todos fueron arrasados por la nieve. El padre, en su afán de salvar a su hijo, lo tomó entre sus brazos para darle calor, pero la nieve lo tapó por completo y padre e hijo y hermano murieron helados en lo alto de la cumbre de la cordillera. Al día siguiente, cuando cesó la tormenta, volvió el arriero con otras personas. y luego encontraron los cadáveres de aquellos infortunados viajeros.

Desde entonces, la cuesta que queda a la izquierda del Cajón de Ibáñez, en la provincia de Linares, se designa con el nombre de Paso de Los Acuña, en homenaje de los que en Parral dejaron el imperecedero recuerdo de haber sido gentes de trabajo, honradas y muy apegadas a su suelo.


Recopilación de: Alejandro Glade R.



martes, 17 de enero de 2023

La hazaña del Piloto Pardo, una leyenda verdadera

Por: Alejandro Glade R.

Lugar: Zona Antártica

Endurance en Antártica

En agosto de 1914, Sir Ernest Shackleton, explorador del Polo Sur, sale de Londres a bordo del Endurance con el objeto de atravesar el continente antártico de punto a otro, o sea del mar de Weddell al mar de Ross, lo que equivale a decir, desde el Atlántico al Pacifico. El recorrido se calculaba en 2.600 kilómetros, en un trayecto completamente cubierto de ventisqueros e interrumpido por montañas, algunas de las cuales alcanzan la altura de Los Alpes. La partida de Shackleton se produce en momentos en que se cernía en el horizonte europeo la amenaza de la primera guerra mundial. El explorador reúne a sus compañeros en la cámara del Endurance y, por unanimidad, resuelve enviar un telegrama al Almirantazgo ofreciendo el buque, las provisiones, los elementos y, en particular, los hombres de la expedición. La contestación fue expresiva y lacónica: Proceda. ¡La firma Winston Churchill!, primer lord del Almirantazgo.

Después de cinco meses, el 6 de diciembre de 1914, el Endurance abandona las Georgias del Sur para dirigirse a la Tierra del Príncipe Luitpold, pero los hielos contrarían los propósitos del intrépido expedicionario. El buque es arrastrado sobre este elemento por un largo trayecto y se hace trizas en octubre de 1915, en un lugar próximo a la Tierra de Graham (porción de la península antártica). Los expedicionarios alcanzan a salvar 432 tres botes y, arrastrándose en trineos, se dirigen a la tierra más cercana, la isla Paulet (en el archipiélago de Joinville), distante 640 kil6metros, que emplean cuatro meses en salvar, en medio de penalidades inenarrables. Llegan por fin, el 16 de abril de 1916, a la extremidad norte de la isla de los Elefantes, situada a 61" de latitud. En medio de la desolación blanca y de los vientos polares se encuentran veintiocho hombres y cincuenta perros. Las provisiones se han agotado, imposible pasar aquí el invierno. Resuelto a buscar la salvación del grupo, Shackleton se embarca en el único bote en condiciones de navegar, con cinco de los expedicionarios. El 24 de abril, veintidós hombres quedaban en la isla librados a la suerte más incierta que es dable imaginar.

Hacinados en un bote de apenas seis metros cincuenta de eslora, dentro del cual no pueden estar de pie ni recostados, sino de rodillas, el viaje desde el islote hasta la Georgia del Sur a través de los mares huracanados, es un desafío a la muerte. Después de dieciséis días de travesía, en los que recorren 1.387 ki1ómetros, llegando la costa occidental de la isla, debiendo caminar aún cuatro días más por entre temibles ventisqueros para llegar a la aldea de Stromness, donde deben encontrar el auxilio buscado.

Shackleton está angustiado por el tiempo. Si sobreviene el invierno, la isla de los Elefantes y cien millas a su alrededor se verán cerradas por el hielo impenetrable. No tarda en equipar un pequeño ballenero. el Southern Skay, con el cual intenta franquear la barrera de hielo, que se espesa con alucinante rapidez, pero fracasa en su operación rescate. A setenta millas de la isla de los Elefantes, los témpanos acumulados le cierran el paso, obligándolo a regresar a las islas Malvinas en un cutter, cazador de focas. No hay barco a propósito en las Malvinas. Pide socorro al gobierno del Uruguay, el que le envía el Instituto de Pesca No I, que llega a Puerto Stanley, en el cual se embarcan el jefe de la expedición. Alcanza a divisar los altos picos de la isla de los Elefantes, pero el hielo ofrece el aspecto de un muro infranqueable. Escaso de combustible y averiado, el buque regresa a las Malvinas. Shackleton, apremiado por el tiempo, recurre a1 cable y al telégrafo en patético llamado. El gobierno inglés resuelve alistar el Discovery; el gobierno noruego ofrece el Ram; el gobierno norteamericano prepara el Roosevelt. No se puede esperar que estas naves, llegaran antes el invierno. Se solicita al gobierno argentino La Uruguaya, que había salvado a la expedici6n de Nordenskjold. En vano. La vieja e histórica nave ha sido eliminada del servicio.

Tratando de liberar al Endurance

En estas dramáticas circunstancias, Shackleton busca un centro de operaciones que cuente con más recursos que Puerto Stanley y se traslada a Punta Arenas. Aquí, con la ayuda de la colectividad inglesa contrata a la goleta lobera Emma, pero es rechazada por los hielos y por un recio temporal, produciéndole serias averías, la que debe regresar a Punta Arenas.

Ante esta situación, recurre a las autoridades de la Armada Nacional, la que comisiona el rescate al Piloto 2º Luis Pardo Villalón, el que embarca en la escampavía Yelcho a Shackleton en la mañana del 25 de agosto de 1916 y zarpa hacia la ruta del Beagle y del Mar de Drake, hacia la Antártica.

La navegación presenta todas las dificultades: témpanos, neblinas. El comandante Pardo frente a la caña del timón, sortea los peligros. Así pasan los días y ya está a cien millas de los náufragos del Endurance, luego a doscientos metros y una lancha acorta la distancia y se pone frente a hombres haraposos, famélicos, que han vivido ocho meses alimentándose con carne de foca, lobos y perros. Sucios, oliendo a grasa de lobo descompuesta, con la que se han maquillado para protegerse del frio, suben a bordo y entre abrazos y lágrimas vivan a Chile, al piloto Pardo y a sus oficiales.

No hay tiempo que perder y los hombres se embarcan en la Yelcho. El piloto Pardo vuelve a sortear los peligros que le presenta el regreso y así llega a Rio Seco, desde donde anuncia a Punta Arenas que la misión de salvamento se ha cumplido. El pueblo de Punta Arenas embandera las calles y se vacía en el muelle para recibir a los náufragos y a los salvadores chilenos cantando el Himno Nacional. Las familias se disputan a los marinos para vestirlos y agasajarlos. El mundo comienza a contar la hazaña como un episodio heroico, que a ratos linda con la leyenda.

Samson perro de la expedición

El emocionado Shackleton envía este mismo día, desde Punta Arenas a Valparaiso, el siguiente radiograma a Almirante Joaquín Muñoz Hurtado: Me es imposible expresarle mis más profundos sentimientos de gratitud por todo lo que ha hecho por nosotros. - Shackleton.

El Almirante contesta de esta manera: Sírvase recibir congratulaciones por feliz resultado empresa. La Armada de Chile recibe la noticia del salvamento de los marinos ingleses como si se tratara de nuestra propia gente. -  Muñoz Hurtado.

En seguida, en la misma Yelcho, puesta a disposición de Shackleton por el gobierno de Chile, los expedicionarios se trasladan a Valparaíso, donde la entrada al puerto es una apoteosis. El pequeño aviso de guerra pasa frente a toda la escuadra empavesada, mientras una inmensa multitud vitorea delirante. El Ministerio de la Marina Felicita al comandante Pardo, a sus oficiales y tripulantes por su desempeño en tan difícil comisión. Sir Shakleton, por su parte, declara a la prensa inglesa lo siguiente: Debo mis más profundos agradecimientos al Gobierno de Chile, al Almirante Joaquín Muñoz Hurtado, quien contribuyo a proporcionarme los medios de salvamento, y al comandante Luis Pardo, sin cuyo concurso no habría sido posible tal hazaña.

El piloto Pardo rechaza un obsequio de 25 mil libras esterlinas que le hace el gobierno de S. M. Británica. Estima que no merece tal premio, porque como marino de Chile ha cumplido una misión que le ha sido encomendada por la superioridad naval. Sólo acepta algunas condecoraciones como un recuerdo.

El marino cumple un año más en la Armada y se acoge a retiro. El gobierno lo nombra Cónsul en Liverpool. Shackleton, apenas hubo regresado a Inglaterra prepara su cuarta expedición. El Quest  zarpa de Plymouth el 24 de septiembre de 1921, llegando a Crytviken (Georgia del Sur) el 4 de enero de 1922. En la noche del 4 al 5 de ese mes, el audaz explorador muere y su cadáver es trasladado a Montevideo. Cuando sus restos iban a ser embarcados con destino a su patria, su esposa manifiesta el deseo de que fuera enterrado en el teatro de sus hazañas. En el pequeño cementerio de Crytviken una cruz se alza con el nombre de este marino temerario, cuya vida es un ejemplo admirable de tenacidad, abnegación y heroísmo. El piloto Pardo, vencedor del mar de Drake y de los témpanos a la deriva es derrotado por una enfermedad, fallece en Santiago en 1935 a los 54 años de edad.

 La Armada de Chile designa un rompehielos con el nombre de Piloto Pardo y un buque oceanográfico como Yelcho, que sirven las necesidades de las bases en el continente blanco como una forma de materializar el recuerdo de este esforzado marino que con el tiempo adverso y escasos medios materiales realiza la proeza de llegar con éxito en auxilio de los componentes de la expedición Shackleton en un viaje temerario y audaz, considerado como una hazaña y reconocida en todo el mundo.

 

Escrito y resumido por: Alejandro Glade R.