miércoles, 3 de marzo de 2021

La campana sumergida de Ancud



Plaza y Catedral de Ancud

Lugar: Ciudad de Ancud.

En  los primeros años del siglo XX Ancud fue un activo centro comercial que abastecía a una parte significativa del Archipiélago. Los barcos necesariamente pasaban por esa ruta, así que el abastecimiento del comercio era tanto desde Europa como desde Chile.

La leyenda de la campana sumergida, es un testimonio de esos días:  

El obispo Francisco de Paula Solar había encargado a Alemania una campana que resonara con la prestancia de la nueva catedral de cemento. El velero  “Schiller” traía este nuevo orgullo de bronce para Ancud.

Pero el día que se esperaba el buque se desencadeno un furioso temporal. A media tarde se logró avistar a una embarcación que trataba de entrar a la bahía, despedazándose en la tempestad. La gente sospecho que se trataba del velero esperado y en compañía del obispo oraban por su suerte. De pronto, entre el ruido ensordecedor de la tempestad, del viento y del agua, todos escucharon con nitidez el tañer de una campana. No había duda, era la nave esperada. Pero un instante después una masa de agua hacia zozobrar definitivamente al barco mientras la noche caía con dolor sobre Ancud.

AI día siguiente, al amanecer, la población fue despertada por el melodioso tañido de una campana que repicaba desde sus sueños. Fueron a la costanera, esperanzados en encontrar la fuente de esas melodías, pero nada, no se la hallo, ni entonces ni nunca más.

Antonio Bórquez Solar, a principio de siglo, escribe:

Desde entonces, en las noches de temporal, cuando el mar irritado levanta sus olas como montañas, cuando ruge el viento y estremece la isla hasta sus cimientos, llueve torrencialmente, se oye, claro y distinto, en medio de los truenos del mar, el largo tañido de la campana sumergida, y los toques rotundos, largos, dobles de agonía, ponen un temblor en el ánimo más robusto y valeroso.

 

Recopilación por: Alejandro Glade R.

martes, 2 de marzo de 2021

La vertiente de Los Pincheira



 Lugar: Provincia de Ñuble

 Los Pincheira conocían bien los pasos que en pocas horas los hacían cruzar la frontera.

 En una ocasión que venían del lado argentino, traían entre sus hombres a un herido, víctima de un encuentro con la policía, y hubo que abandonarlo cerca de los Pirigallos. El herido quería sólo el lado chileno para morir. El viaje, amarrado al caballo, lo había hecho perder mucha sangre. El sólo deseaba que lo depositaran en tierra firme y suya para esperar la muerte.

Los compañeros de banda lo dejaron bajo, unos árboles con algunos alimentos.

El herido se dispuso a morir cuando sintió que un agua tibia lo estaba humedeciendo y como pudo se lavó las heridas.

 Al despertar al día siguiente, se sentía mejor y bebió  agua y comió parte de los alimentos que le habían dejado sus compañeros.

Siguió  lavándose y estaba bastante mejor y se sentía casi recuperado. En esto pasó la banda frente al sitio en el cual había quedado el herido, pensando, seguramente, que estaba muerto, cuando éste les salió al paso. Detuvieron sus cabalgaduras asombrados y todos creyeron en una aparición.

El herido contó que su salvación se la debía a unas aguas tibias de poder curativo. Y así supieron de las vertientes y del barro volcánico, jurándose no revelar a nadie el secreto.

Desde aquel  día heridos y enfermos de la banda buscaban alivio en estas aguas tibias.

Por muchos años los Pincheira fueron guardadores del secreto del camino hacia los baños.

Todos hablaban de la fama de las aguas, pero no se conocía su ubicación exacta.

Más de una vez  los Pincheira quisieron negociar el secreto con el gobierno a cambio de su libertad.


Recopilación por: Alejandro Glade R.

La patada del diablo

 


Lugar: Valdivia

Un grupo de obreros estaban construyendo un fuerte en Corral. Uno de ellos era muy trabajador y con su trabajo era muy rendidor. Este empeñoso trabajador a su vez era un tanto silencioso. No se sabía de donde había venido y tampoco se sabía cuál era su nombre. En fin, sería uno de esos tantos trota mundo pate perro.

A la hora del rancho, siempre sobraba el puesto que le correspondía  al individuo aquel. Le buscaban; pero no se le encontraba por ninguna parte. Pronto las sospechas empezaron a darse y las conjeturas también; y fue así como en cierta ocasión, el resto de los trabajadores hicieron una pequeña cruz y se la mostraron.  El mismo diablo, era el personaje en cuestión, se enojó mucho; lanzó un puntapié y ahí quedó la señal, y reventó  dejando el olor a azufre y se marchó.


Recopilación por: Alejandro Glade R.