Lugar: Provincia de Ñuble
Los Pincheira conocían bien los pasos que en
pocas horas los hacían cruzar la frontera.
En una ocasión que venían del lado argentino, traían
entre sus hombres a un herido, víctima de un encuentro con la policía, y hubo
que abandonarlo cerca de los Pirigallos. El herido quería sólo el lado chileno
para morir. El viaje, amarrado al caballo, lo había hecho perder mucha sangre.
El sólo deseaba que lo depositaran en tierra firme y suya para esperar la muerte.
Los compañeros de banda lo
dejaron bajo, unos árboles con algunos alimentos.
El herido se dispuso a morir
cuando sintió que un agua tibia lo estaba humedeciendo y como pudo se lavó las
heridas.
Al despertar al día siguiente, se sentía mejor
y bebió agua y comió parte de los alimentos
que le habían dejado sus compañeros.
Siguió lavándose y estaba bastante mejor y se sentía
casi recuperado. En esto pasó la banda frente al sitio en el cual había quedado
el herido, pensando, seguramente, que estaba muerto, cuando éste les salió al
paso. Detuvieron sus cabalgaduras asombrados y todos creyeron en una aparición.
El herido contó que su salvación
se la debía a unas aguas tibias de poder curativo. Y así supieron de las
vertientes y del barro volcánico, jurándose no revelar a nadie el secreto.
Desde aquel día heridos y enfermos de la banda buscaban
alivio en estas aguas tibias.
Por muchos años los Pincheira
fueron guardadores del secreto del camino hacia los baños.
Todos hablaban de la fama de las
aguas, pero no se conocía su ubicación exacta.
Más de una vez los Pincheira quisieron negociar el secreto con
el gobierno a cambio de su libertad.
Recopilación por: Alejandro Glade R.
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