Los hermanos Acuña, antiguos vecinos de Parral, dueños de un fundo en Unicavén, volvían en cierta ocasión con un arreo de animales comprados en la Argentina; los acompañaba un arriero y un niño, hijo este de uno de ellos.
El arriero, hombre muy
experimentado, les previno antes de ascender la cordillera que mejor se
quedaran en el plano, porque les sorprendería una fuerte nevada en la cumbre.
Sin atender a sus razones continuaron la marcha, pero, a poco de subir la
cuesta, la nieve empezó a caer cada vez con más fuerza. El arriero torció
riendas, mientras sus patrones, en medio de su desesperación, abandonaron sus
animales, los que se defendían como les era posible; y ellos, no pudiéndose
defender, seguían haciendo desesperados esfuerzos por seguir la huella que los
propios animales les indicaban.
Llegó un momento en que ya no fue
posible seguir; la nieve cubría hasta los corvejones de los mulares. La
tragedia no se hizo esperar; todos fueron arrasados por la nieve. El padre, en
su afán de salvar a su hijo, lo tomó entre sus brazos para darle calor, pero la
nieve lo tapó por completo y padre e hijo y hermano murieron helados en lo alto
de la cumbre de la cordillera. Al día siguiente, cuando cesó la tormenta, volvió
el arriero con otras personas. y luego encontraron los cadáveres de aquellos
infortunados viajeros.
Desde entonces, la cuesta que
queda a la izquierda del Cajón de Ibáñez, en la provincia de Linares, se
designa con el nombre de Paso de Los Acuña, en homenaje de los que en Parral
dejaron el imperecedero recuerdo de haber sido gentes de trabajo, honradas y
muy apegadas a su suelo.
Recopilación de: Alejandro Glade R.
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