Endurance en Antártica |
En agosto de 1914, Sir Ernest Shackleton, explorador del Polo Sur, sale de Londres a bordo del Endurance con el objeto de atravesar el continente antártico de punto a otro, o sea del mar de Weddell al mar de Ross, lo que equivale a decir, desde el Atlántico al Pacifico. El recorrido se calculaba en 2.600 kilómetros, en un trayecto completamente cubierto de ventisqueros e interrumpido por montañas, algunas de las cuales alcanzan la altura de Los Alpes. La partida de Shackleton se produce en momentos en que se cernía en el horizonte europeo la amenaza de la primera guerra mundial. El explorador reúne a sus compañeros en la cámara del Endurance y, por unanimidad, resuelve enviar un telegrama al Almirantazgo ofreciendo el buque, las provisiones, los elementos y, en particular, los hombres de la expedición. La contestación fue expresiva y lacónica: Proceda. ¡La firma Winston Churchill!, primer lord del Almirantazgo.
Después de cinco meses, el 6 de
diciembre de 1914, el Endurance abandona las Georgias del Sur para dirigirse a
la Tierra del Príncipe Luitpold, pero los hielos contrarían los propósitos del intrépido
expedicionario. El buque es arrastrado sobre este elemento por un largo
trayecto y se hace trizas en octubre de 1915, en un lugar próximo a la Tierra
de Graham (porción de la península antártica). Los expedicionarios alcanzan a
salvar 432 tres botes y, arrastrándose en trineos, se dirigen a la tierra más
cercana, la isla Paulet (en el archipiélago de Joinville), distante 640
kil6metros, que emplean cuatro meses en salvar, en medio de penalidades
inenarrables. Llegan por fin, el 16 de abril de 1916, a la extremidad norte de
la isla de los Elefantes, situada a 61" de latitud. En medio de la desolación
blanca y de los vientos polares se encuentran veintiocho hombres y cincuenta
perros. Las provisiones se han agotado, imposible pasar aquí el invierno.
Resuelto a buscar la salvación del grupo, Shackleton se embarca en el único
bote en condiciones de navegar, con cinco de los expedicionarios. El 24 de abril,
veintidós hombres quedaban en la isla librados a la suerte más incierta que es
dable imaginar.
Hacinados en un bote de apenas seis metros cincuenta de eslora, dentro del cual no pueden estar de pie ni recostados, sino de rodillas, el viaje desde el islote hasta la Georgia del Sur a través de los mares huracanados, es un desafío a la muerte. Después de dieciséis días de travesía, en los que recorren 1.387 ki1ómetros, llegando la costa occidental de la isla, debiendo caminar aún cuatro días más por entre temibles ventisqueros para llegar a la aldea de Stromness, donde deben encontrar el auxilio buscado.
Shackleton está angustiado por el
tiempo. Si sobreviene el invierno, la isla de los Elefantes y cien millas a su
alrededor se verán cerradas por el hielo impenetrable. No tarda en equipar un pequeño
ballenero. el Southern Skay, con el cual intenta franquear la barrera de hielo,
que se espesa con alucinante rapidez, pero fracasa en su operación rescate. A
setenta millas de la isla de los Elefantes, los témpanos acumulados le cierran
el paso, obligándolo a regresar a las islas Malvinas en un cutter, cazador de
focas. No hay barco a propósito en las Malvinas. Pide socorro al gobierno del
Uruguay, el que le envía el Instituto de Pesca No I, que llega a Puerto
Stanley, en el cual se embarcan el jefe de la expedición. Alcanza a divisar los
altos picos de la isla de los Elefantes, pero el hielo ofrece el aspecto de un
muro infranqueable. Escaso de combustible y averiado, el buque regresa a las
Malvinas. Shackleton, apremiado por el tiempo, recurre a1 cable y al telégrafo en
patético llamado. El gobierno inglés resuelve alistar el Discovery; el gobierno
noruego ofrece el Ram; el gobierno norteamericano prepara el Roosevelt. No se
puede esperar que estas naves, llegaran antes el invierno. Se solicita al
gobierno argentino La Uruguaya, que había salvado a la expedici6n de
Nordenskjold. En vano. La vieja e histórica nave ha sido eliminada del
servicio.
Tratando de liberar al Endurance |
En estas dramáticas circunstancias, Shackleton busca un centro de operaciones que cuente con más recursos que Puerto Stanley y se traslada a Punta Arenas. Aquí, con la ayuda de la colectividad inglesa contrata a la goleta lobera Emma, pero es rechazada por los hielos y por un recio temporal, produciéndole serias averías, la que debe regresar a Punta Arenas.
Ante esta situación, recurre a
las autoridades de la Armada Nacional, la que comisiona el rescate al Piloto 2º
Luis Pardo Villalón, el que embarca en la escampavía Yelcho a Shackleton en la
mañana del 25 de agosto de 1916 y zarpa hacia la ruta del Beagle y del Mar de
Drake, hacia la Antártica.
La navegación presenta todas las
dificultades: témpanos, neblinas. El comandante Pardo frente a la caña del timón,
sortea los peligros. Así pasan los días y ya está a cien millas de los náufragos
del Endurance, luego a doscientos metros y una lancha acorta la distancia y se
pone frente a hombres haraposos, famélicos, que han vivido ocho meses alimentándose
con carne de foca, lobos y perros. Sucios, oliendo a grasa de lobo
descompuesta, con la que se han maquillado para protegerse del frio, suben a
bordo y entre abrazos y lágrimas vivan a Chile, al piloto Pardo y a sus oficiales.
No hay tiempo que perder y los
hombres se embarcan en la Yelcho. El piloto Pardo vuelve a sortear los peligros
que le presenta el regreso y así llega a Rio Seco, desde donde anuncia a Punta Arenas
que la misión de salvamento se ha cumplido. El pueblo de Punta Arenas embandera
las calles y se vacía en el muelle para recibir a los náufragos y a los
salvadores chilenos cantando el Himno Nacional. Las familias se disputan a los
marinos para vestirlos y agasajarlos. El mundo comienza a contar la hazaña como
un episodio heroico, que a ratos linda con la leyenda.
Samson perro de la expedición |
El emocionado Shackleton envía este mismo día, desde Punta Arenas a Valparaiso, el siguiente radiograma a Almirante Joaquín Muñoz Hurtado: Me es imposible expresarle mis más profundos sentimientos de gratitud por todo lo que ha hecho por nosotros. - Shackleton.
El Almirante contesta de esta
manera: Sírvase recibir congratulaciones por feliz resultado empresa. La Armada
de Chile recibe la noticia del salvamento de los marinos ingleses como si se
tratara de nuestra propia gente. - Muñoz
Hurtado.
En seguida, en la misma Yelcho,
puesta a disposición de Shackleton por el gobierno de Chile, los expedicionarios
se trasladan a Valparaíso, donde la entrada al puerto es una apoteosis. El
pequeño aviso de guerra pasa frente a toda la escuadra empavesada, mientras una
inmensa multitud vitorea delirante. El Ministerio de la Marina Felicita al comandante
Pardo, a sus oficiales y tripulantes por su desempeño en tan difícil comisión.
Sir Shakleton, por su parte, declara a la prensa inglesa lo siguiente: Debo mis
más profundos agradecimientos al Gobierno de Chile, al Almirante Joaquín Muñoz
Hurtado, quien contribuyo a proporcionarme los medios de salvamento, y al
comandante Luis Pardo, sin cuyo concurso no habría sido posible tal hazaña.
El piloto Pardo rechaza un
obsequio de 25 mil libras esterlinas que le hace el gobierno de S. M. Británica.
Estima que no merece tal premio, porque como marino de Chile ha cumplido una misión
que le ha sido encomendada por la superioridad naval. Sólo acepta algunas
condecoraciones como un recuerdo.
El marino cumple un año más en la
Armada y se acoge a retiro. El gobierno lo nombra Cónsul en Liverpool.
Shackleton, apenas hubo regresado a Inglaterra prepara su cuarta expedición. El
Quest zarpa de Plymouth el 24 de
septiembre de 1921, llegando a Crytviken (Georgia del Sur) el 4 de enero de
1922. En la noche del 4 al 5 de ese mes, el audaz explorador muere y su cadáver
es trasladado a Montevideo. Cuando sus restos iban a ser embarcados con destino
a su patria, su esposa manifiesta el deseo de que fuera enterrado en el teatro
de sus hazañas. En el pequeño cementerio de Crytviken una cruz se alza con el
nombre de este marino temerario, cuya vida es un ejemplo admirable de
tenacidad, abnegación y heroísmo. El piloto Pardo, vencedor del mar de Drake y
de los témpanos a la deriva es derrotado por una enfermedad, fallece en
Santiago en 1935 a los 54 años de edad.
La Armada de Chile designa un rompehielos con
el nombre de Piloto Pardo y un buque oceanográfico como Yelcho, que sirven las necesidades
de las bases en el continente blanco como una forma de materializar el recuerdo
de este esforzado marino que con el tiempo adverso y escasos medios materiales
realiza la proeza de llegar con éxito en auxilio de los componentes de la
expedición Shackleton en un viaje temerario y audaz, considerado como una hazaña
y reconocida en todo el mundo.
Escrito y resumido por: Alejandro
Glade R.
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