Lugar: Provincia de Talca, región
del Maule.
En una hacienda de Curepto, residía
la viuda de un rico propietario, señora virtuosísima que
era la benefactora de los pobres de toda esa región. Con piadoso espíritu,
edificó una iglesia en una aldea que no tenía ninguna, y fueron tantas las alabanzas
que religiosos y seglares le tributaron por esta buena obra, que la venció su
vanidad, dando así lugar a que el demonio, que estaba al acecho, se le entrara
en el cuerpo fácilmente por la oportunidad que le abría su propia vanidad.
No hay para que decir que el diablo
encendió en ella las hogueras de los siete pecados capitales; basta con saber que a los pocos días, la que había
sido por muchos años el ejemplo de todas las virtudes, se convirtió en el
terrible azote de aquella pacífica comarca.
En diversas ocasiones fueron a exorcizarla
varios sacerdotes jóvenes, por creer, que tendrían más energía que los viejos para lanzar fuera al maligno huésped; pero luego se corrió la voz de que el diablo se burlaba de ellos en forma muy Elogiosa, pues les echaba en cara sucesos poco edificantes de su vida privada; lo que hizo que disminuyera notablemente el número
de los exorcistas.
AI fin, un anciano religioso de San Francisco, esgrimiendo bravamente el cordel
que llevaba al cinto, arrojó al diablo de su efímero albergue, y la buena señora, sanó.
Y avergonzada de los sucesos
fue a refugiarse en un claustro donde terminó
tranquilamente sus días.
Recopilación de: Alejandro Glade
R.