Lugar: Zona Central, Santiago, El
Cajón del Maipo.
Esta historia cuenta que un huaso
elegante, vestido de negro, solía pasearse en su llamativa carreta por los
poblados del Cajón, Camino al Volcán. Según los que lo han visto, dicen
que; “Los caballos de color negro
azabache que tiran la carreta apestan, como su conductor, que huele a
putrefacción y azufre, de ojos rojos como la sangre y de aliento de muerte”.
Cada vez que se sentía el ruido del galopar de los caballos golpeando contra la
endurecida tierra y el rechinar de las ruedas de madera en medio de la noche
quieta, todos sabían, que el diablo había venido a buscar almas o a presagiar
alguna muerte.
También el relincho de los
caballos delataba la presencia del Diablo, se escuchaban relinchos aterradores,
como los gritos de miles de almas encerradas sufriendo por su martirio en lo
hondo del infierno. Cuando la carreta se detenía frente a la propiedad de algún
poblador, todos adivinaban, y desgraciadamente nunca se equivocaban, allí
moriría alguno de sus moradores. En ese tiempo, un hombre ya
olvidado, dueño de una pequeña parcela en el pueblito de Melocotón, hizo pacto
con el Diablo, durante una
fría y silenciosa noche…
Esperó a la carreta y encaró al Diablo en
persona. Alguien del lugar lo vio esa noche, mirando escondido tras unos
matorrales frondosos, y corrió el rumor que hoy hace realidad esta historia.
La noche estaba fría, oscura y
silenciosa no andaba ni un alma. Ya todos dormían. Una mujer vecina, que quizás
en qué pecaminosos pasos andaba esa noche, sintió el sonido de cascos de
caballos y el rechinar de maderas. Dio
vuelta su cabeza, y una suave brisa trajo hasta sus narices un olor a azufre. Cesó el ruido, y se produjo un gran silencio, y, ocultándose
detrás de unos matorrales, vio la silueta de una carreta que se detenía, y
enseguida escuchó un infernal relincho y
luego el pausado respirar del Diablo. Sintió miedo, como si su alma fuera
atraída por ese mal, y el pecado.
Sentado
bajo un árbol seco y deshojado, había un hombre, la mujer lo miró y su cuerpo
temblaba, y se dio cuenta de que su alma se le escapaba por las narices y que
sus huesos se astillaban.
Horrorizada, miró hacia el cielo, y entonces se
identificó con la luna. Bajó la vista y vio al Diablo ofreciendo al hombre un trato al cual el hombre debía firmar con su sangre, su próximo destino de
multimillonario y buena salud. El hombre aceptó, mientras su vecina pensaba que
valía más un alma pobre y llena de vida que un potentado sin felicidad ni alma
propia...
Al otro día este hombre ya no era
el mismo, adquirió riquezas, muchas tierras, prestigio, fama, reputación y popularidad, pasó el tiempo
y este hizo que el hombre olvidara el convenio con el Diablo.
Pero lo que está escrito y
firmado con sangre se cumple. Pasaron los años y el hombre envejeció, treinta
años después llegó la noche en que, el Diablo
se presentaría para llevarse a su nueva presa. Esa noche, el hombre, ya con
mala memoria, se sintió atraído por la fría oscuridad y por el silencio, y salió en su lujoso carruaje tirado por
caballos fina sangre por las desiertas calles. El destino se cumplió: en esa
ocasión el hombre desapareció. Se cuenta que tiempo después, en lo que hoy se
conoce como el sector de El Toyo, una mañana heladísima apareció el carruaje del
hombre, solamente con su chupalla. Se le buscó por casi todo el valle del
Maipo, pero nunca, jamás apareció. Nunca más se le volvió a ver.
A.G.R.
quien escribió esta leyenda?
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