Lugar: Chiloé
Chiloé |
Chilote nacido en Terao, hoy en
la costa este de Chonchi, trabajó a la edad de veinte años en el negocio de las
pieles junto a sus hermanos y era cazador de lobos marinos y gatos de mar, para
después trabajar en la explotación del Ciprés de las Guaytecas, donde fuera
hachero. De la noche a la mañana se cuenta
que se dedicó a la piratería uniéndose a la banda de "los Nahuelhuén".
Los que hicieron desaparecer naves chilenas y extranjeras junto con el
asesinato de sus tripulaciones.
El modo de operar de la banda consistía en perforar el casco de las embarcaciones y abordarlas mientras se hundían.
Este pirata en alguna oportunidad hundió
"barcos de franquía", esto significaba que eran atacados barcos
extranjeros que tenían paso franco por estos mares, cuando el
canal de Panamá aún no existía. Pero lo más que atacaba era a las chalupas
cuyos patrones pagaban muy mal el trabajo de los chilotes, les robaban o
sencillamente los engañaban. Un par de cementerios por muertes masivas en la
zona del Baker (la Isla de los Muertos) dan testimonio de la crueldad de esos
tiempos.
Cuando es capturado este pirata en
Melinka ya era una leyenda, porque había
evadido la persecución muchas veces y había desaparecido, después de muchos asesinatos
en las islas Guaytecas, durante la segunda mitad del siglo XIX.
De allí que su apresamiento en la
ciudad de Castro, durante dos años, abre el apetito y la megalomanía de la
prensa chilota y lo elevan a dimensiones de leyenda.
El pueblo busca el milagro. Así se
urde la esperanza: "Se esperaba un indulto, porque un hombre que había
matado a 99 era un valiente. Se dice que el indulto llegó tarde, dicen los
cuentos, que llegó cinco minutos después que lo habían fusilado".
El episodio de la cárcel en
Castro es uno de los más informados y está lleno de antecedentes respecto a
cómo se van construyendo las mentalidades del pueblo chilote a fines del siglo
XIX.
Paisaje de islas Guaytecas. |
Un cronista de "El
Archipiélago", periódico de Castro, ya cuestiona la pena de muerte, el 11
de noviembre de 1888: "i sobre cuya legitimidad o el derecho que la
sociedad tenga de imponerla."
Su fusilamiento debió ser
postergado hasta que una parturienta que vivía en las inmediaciones de la
cárcel, diera a luz.
Pabla Ñancalahuén, su mujer,
retira el cuerpo del fusilado con una carretilla desde el sitio de la ejecución.
"Se sepultó sin entierro el
cadáver de Pedro María Ñancúpel, casado con Pabla Ñancalahuén, fallecido ayer a
la edad de 51 años.., se confesó y recibió los Santos Auxilios."
Tal vez Ñancúpel fue sólo un
pirata, un cuatrero de los mares chilotes. Pero su actitud de rebeldía contra
"los poderosos" lo muestran a los ojos de los humildes y explotados
de su época como un hombre distinto a los de su estirpe y sus acciones
delictuales se justificaban moralmente y totalmente, porque lo hacía como un “Robin
Hood”, el que repartía parte de su botín entre los más pobres y a raíz de ello
decían que lo cometido por él no podía ser delito.
Esa lucidez la obtiene Ñancúpel
en la cárcel, cuando tiene conciencia de su muerte, él decía que su destino que
iba a ser trágico, se debía a que había nacido un día martes. Hubo coros el día
de su muerte y todo el pueblo supo cuál sería su final. Y al igual que la
tragedia de Esquilo, será ese coro el que anunciará la muerte de Ñancúpel para
transformarlo en héroe, en mito y en leyenda histórica".
Recopilación escrita por: Alejandro
Glade R.
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