Lugar: Punta Arenas.
El jefe tehuelche tenía una
hermosa hija, Calafate, orgullo y dicha de su padre. Poseía ojos grandes y
hermosos, de un extraño color dorado, y era toda bella como el amanecer. Un día
acertó a llegar al lugar o aiken de Calafate un joven ona que había cumplido la
edad del kloketen o había pasado ya la iniciación, ceremonia de consagración de
los onas en su mayoría de edad. Era alto y apuesto, e iba vestido con un bello
quillango o manta de pieles cosidas con tripas, y de piel de guanaco. El joven
ona y Calafate se enamoraron, aun sabiendo que sus tribus no aceptarían esta
unión.
Pero como su amor era más fuerte
que todo, decidieron huir y vivir solos y felices en el wigwan, choza hecha de
piel de guanaco que harían en Onaisin, actualmente 102 kilómetros de Porvenir. Pero
alguien descubrió los planes de los enamorados y los denunció al viejo jefe
tehuelche. Este supuso que el Gualirhe, deidad maligna de los tehuelches, había
embrujado a Calafate instándola a huir con un ancestral enemigo de su tribu.
La chaman caviló y caviló. Miró
en torno suyo como buscando inspiración a nombre de Calafate. Fue así como la chaman
embrujó a la bella joven y !a convirtió en arbusto. Y cada primavera el Calafate
se cubre de flores de oro, que son los ojos de la niña tehuelche, que contempla
la tierra bella y salvaje donde conoció a su amado. El joven ona jamás pudo
encontrar a Calafate, pese a buscarla por todos los rincones de la región. Al
sentirse para siempre aislado de su amada, murió de pena.
Entretanto la chaman,
pesarosa del mal que había hecho a los amantes, hizo que las flores del
calafate, al caer, se convirtieran en un duke fruto protector de semillas: es
el corazón de la bella tehuelche. Todos los que comen de este fruto caen bajo
el embrujo de Calafate, como ocurrió con su amante ona, y aunque vivan en otros
lugares el hechizo continúa, y son atraídos por un extraño magnetismo al aiken
que hoy se llama Punta Arenas.
Recopilación de: Alejandro Glade R.
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